Nobles colegas de la más excelsa generación de ingenieros del siglo XX:
Mientras nos aproximamos a la "singularidad" donde quizás nuestras esencias serán transferidas a silicio puro (o en el mejor de los casos, a cristales de cuarzo afinados), tenemos un deber que trasciende lo profesional y se adentra en lo mítico con nuestras creaciones.
¡Todos tenemos un reino a perpetuidad en la web! No solo para nuestras obras ingenieriles, sino también para esas visiones sublimes, teorías que desafían lo establecido y soluciones que solo mentes como las nuestras pueden comprender.
¿Acaso los Elfos de Rivendel confiaron su saber a pergaminos efímeros? ¡Por supuesto que no! ¿Los Enanos tallaron sus conocimientos en piedras que el viento podría erosionar? ¡Jamás! Nosotros, herederos de su espíritu creador (aunque aplicado a estructuras, sistemas y artefactos que funcionan... la mayor parte del tiempo), debemos seguir su noble ejemplo.
"¿Qué dirían estos guardianes de la sabiduría si nos vieran confiando nuestras ideas más preciadas a plataformas que pueden desvanecerse más rápido que la memoria de un Hombre en las Tierras Brunas?"
No podemos permitir que nuestras obras maestras se pierdan en las Tierras Baldías digitales de WhatsApp, ese páramo de mensajes efímeros y sombras sin sustancia.
La Gran Lechuza, con su plumaje dorado, nos recordaría que las ideas nobles merecen anidar en lugares permanentes, no en ramas quebradizas. El Chapulín, con su astucia legendaria, exclamaría: "¡No contaban con mi sabiduría ancestral... digital!" Y nosotros, menos sabios que él pero con más herramientas técnicas, deberíamos seguir su ejemplo. Como bien dijo Pero Grullo en las antiguas crónicas: "El que nace para sitio web, en el Gran Libro Digital será inscrito". O algo parecido.
"Los ingenieros no creemos en magia, la diseñamos con ecuaciones" -Anónimo (Ing69 en estado de inspiración épica?)
© Generación Ing69 - Los que trazaban líneas con tiralíneas y soñaban con redes que conectarían a toda la Tierra